Desde el área de Ordenamiento Territorial se puede aportar a los proyectos de cambio climático integrando criterios de sostenibilidad en la planificación y el ordenamiento del suelo. Esto implica evitar asentamientos en zonas de riesgo, conservar páramos y fuentes de agua, y diseñar infraestructura resiliente frente a fenómenos naturales. Asimismo, se pueden aplicar soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación con especies nativas o la recuperación de humedales, que además de proteger a las comunidades ayudan a mitigar emisiones y fortalecer la resiliencia del territorio.
De igual manera, el desarrollo territorial contribuye al fortalecimiento comunitario y a la generación de proyectos viables para acceder a financiamiento climático. Capacitar a agricultores en prácticas adaptadas, organizar iniciativas participativas de conservación y vincular los planes locales con programas nacionales e internacionales permite que los proyectos sean bancables y sostenibles. En síntesis, el desarrollo territorial es el puente entre la política pública, la acción comunitaria y la inversión climática, asegurando que las decisiones sobre el territorio respondan a los desafíos del cambio climático y generen beneficios duraderos