Con base en Galindo, Lorenzo y Pereyra (2022), los principales retos para el Banco de Desarrollo del Ecuador (BDE) al acelerar la movilización de financiamiento climático se concentran en tres frentes:
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Alinear la gestión financiera pública con la transición climática. La transición exige nuevas formas de gestionar el endeudamiento y las finanzas públicas, abriendo espacio para instrumentos como bonos temáticos y una política fiscal “verde”, pero sin perder la estabilidad macroeconómica.
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Incorporar el riesgo climático en el sistema financiero y en las decisiones de crédito. El cambio climático ya se traduce en riesgos para carteras y activos financieros, y aún no se incorpora adecuadamente en precios, gestión de riesgos y balances, lo que obliga a fortalecer análisis, estándares y supervisión.
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Escalar capacidades e instrumentos para movilizar recursos (especialmente privados) con una cartera “bancable”. El documento enfatiza la necesidad de estructurar carteras de proyectos climáticos, desarrollar alianzas con inversionistas y organismos internacionales, crear instrumentos para optimizar capital, y aumentar la participación de proyectos de adaptación (incluyendo soluciones basadas en la naturaleza), idealmente con asociaciones público-privadas.
En síntesis, el reto del BDE no es solo “conseguir más recursos”, sino convertir la agenda climática en financiamiento ejecutable: proyectos bien estructurados, medición y verificación robustas, gestión explícita del riesgo climático y alianzas que permitan escalar el impacto.