El financiamiento climático es esencial para abordar la crisis global del cambio climático, sirviendo como motor para que las economías transiten hacia un desarrollo bajo en carbono y resiliente. Aunque existen mecanismos internacionales como el Fondo Verde del Clima y la meta de los 100 mil millones de dólares, existe una brecha significativa entre los recursos necesarios y los invertidos actualmente. Esta escasez, combinada con un desequilibrio en la financiación (que prioriza la mitigación sobre la adaptación), representa una barrera crítica para implementar la acción climática requerida por el Acuerdo de París.
Lograr una movilización efectiva de recursos requiere la acción coordinada de todos los actores: los gobiernos nacionales deben generar políticas claras, el sector privado debe asumir riesgos de inversión, y los niveles subnacionales deben canalizar los fondos hacia proyectos concretos y transparentes. En países como Ecuador, se necesitan estrategias financieras integrales que aseguren que los recursos lleguen a donde más se necesitan. Cerrar esta brecha financiera no es solo una cuestión de cooperación, sino un imperativo estratégico para construir un futuro sostenible y resiliente