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El vínculo entre la mitigación y la adaptación, junto con la interconexión de los sistemas naturales y humanos, es fundamental para lograr un desarrollo resiliente e incide de forma decisiva en múltiples dimensiones del bienestar y el crecimiento económico, la sinergia entre estas acciones crea un ciclo virtuoso:
la salud de los ecosistemas y la salud humana se refuerzan mutuamente, lo que a su vez sustenta la seguridad económica y física. Ignorar estas interconexiones resultaría en un desarrollo frágil y vulnerable a las crecientes perturbaciones climáticas.