A mi criterio la transición hacia una economía verde, baja en carbono y resiliente exige una profunda reconfiguración de las finanzas públicas y del manejo del endeudamiento, integrando de manera sistemática criterios ambientales, climáticos y sociales. La incorporación de instrumentos financieros sostenibles, junto con marcos fiscales y regulatorios más transparentes y orientados a la descarbonización, permitirá no solo acceder a mejores condiciones de financiamiento, sino también fortalecer la credibilidad internacional de los países. No obstante, el contexto fiscal adverso que dejó la pandemia en América Latina y el Caribe plantea desafíos significativos, lo que hace aún más urgente adoptar estrategias innovadoras que permitan compatibilizar la estabilidad macroeconómica con las inversiones necesarias para una recuperación verdaderamente sostenible y alineada con los compromisos climáticos
Los riesgos derivados del cambio climático representan una amenaza creciente para la estabilidad del sistema financiero, pues afectan simultáneamente la solvencia de las instituciones, la valoración de los activos y la continuidad de las actividades económicas. Tanto los riesgos físicos asociados a fenómenos extremos y daños materiales como los riesgos de transición vinculados a los cambios regulatorios, tecnológicos y de mercado orientados a la descarbonización pueden generar pérdidas significativas, deteriorar la calidad crediticia y aumentar la vulnerabilidad de los mercados. Por ello, es imprescindible que las autoridades financieras y los intermediarios incorporen de forma anticipada criterios de sostenibilidad ambiental en la evaluación de riesgos, desarrollen metodologías de medición más precisas y adopten políticas prudenciales que fortalezcan la resiliencia del sistema financiero frente a los impactos climáticos presentes y futuros.
Principio del formulario
La mejora de la escala y la ambición del financiamiento climático requiere fortalecer los mecanismos de movilización de recursos, aumentar la transparencia en su uso y asegurar que estos flujos se orienten prioritariamente a proyectos con alto impacto en mitigación y adaptación. Solo mediante mayor coordinación internacional y marcos financieros más robustos será posible cerrar la brecha entre las necesidades climáticas y la disponibilidad real de financiamiento.