El reciente informe sobre los escenarios del fenómeno de El Niño debería encender una alerta inmediata en todos los niveles de gobierno. No basta con esperar a que la lluvia llegue: hay que anticiparse. Por eso, cada nivel provincial, cantonal y parroquial tiene una responsabilidad distinta pero complementaria.
A nivel provincial: las autoridades deberían asumir el papel de estrategas. Es su tarea ver el panorama completo: identificar las zonas críticas, coordinar con instituciones de riesgo y asegurar que existan rutas de evacuación, recursos y maquinaria listas antes de que las emergencias ocurran. También deberían garantizar obras de mitigación en ríos, carreteras y áreas donde históricamente se producen inundaciones y deslizamientos. La clave aquí es la prevención de gran escala.
En el ámbito cantonal: los municipios deben enfocarse en lo cotidiano y urgente: limpieza permanente de canales, alcantarillas y drenajes; verificación del estado de puentes y vías internas; activación de COE cantonales y campañas de información para la ciudadanía. Además, es responsabilidad municipal planificar lugares seguros para refugios y asegurar que servicios básicos como agua, basura, movilidad, continúen funcionando aun en condiciones adversas.
En las parroquias: donde la comunidad está más cerca del territorio, se vuelve indispensable fortalecer la organización barrial. Las juntas parroquiales pueden promover mingas, señalizar zonas de riesgo local, identificar familias vulnerables y mantener comunicación directa con los cantones. Son el primer ojo que detecta lo que está ocurriendo en el terreno y el primer puente para movilizar acciones comunitarias.
La preparación ante El Niño no es sólo una tarea técnica, es un compromiso compartido. Si cada nivel de gobierno asume su rol con responsabilidad, coordinación y transparencia, se puede reducir significativamente el impacto. El objetivo debería ser claro: que una emergencia natural no se convierta en una tragedia social.