Ecuador presenta una alta vulnerabilidad física frente al cambio climático debido a su ubicación geográfica y su compleja topografía, que abarca desde zonas costeras bajas hasta glaciares andinos. El retroceso acelerado de los glaciares en la Sierra no solo amenaza la integridad de ecosistemas frágiles como los páramos, sino que compromete la regulación hídrica esencial para el consumo humano y el riego. Simultáneamente, la región litoral y las Islas Galápagos enfrentan la amenaza directa del aumento del nivel del mar y la intensificación de fenómenos extremos como El Niño - Oscilación del Sur (ENOS), lo que resulta en inundaciones severas, erosión costera y pérdida de biodiversidad marina crítica.
Esta exposición climática se traduce directamente en riesgos socioeconómicos sistémicos, dado que la economía ecuatoriana depende fuertemente de recursos sensibles al clima. La seguridad alimentaria y la productividad agrícola se ven comprometidas por la alteración de los regímenes de lluvia y las sequías prolongadas, mientras que la matriz energética, dependiente en gran medida de la hidroelectricidad, enfrenta una volatilidad creciente ante la disminución de caudales. Por tanto, el desafío para el país no reside solo en la mitigación, sino en la implementación urgente de estrategias de adaptación locales y resilientes, enfocadas en la gestión integral de recursos hídricos y la protección de infraestructuras críticas.