El vínculo entre las acciones de mitigación y adaptación, junto con la interconexión entre sistemas naturales y humanos, es fundamental para un desarrollo resiliente, ya que ambos enfoques se complementan para reducir la vulnerabilidad al cambio climático y maximizar sus beneficios. Al integrar estas acciones, se fortalecen la salud, los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria e hídrica, la seguridad humana y el crecimiento económico.